Autor: David Herrero Juste
Las energías renovables son aquéllas que proceden de fuentes prácticamente inagotables a escala de tiempo humana, bien porque existen en enormes cantidades, como la energía que nos llega del sol, la energía eólica, o la energía marina, o bien porque ellas mismas pueden regenerarse de forma natural, como es el caso de la biomasa o los biocombustibles. Tienen además la ventaja de que no son contaminantes para el medio ambiente, al no producir residuos que alteren el entorno, o hacerlo en mínimas cantidades. También contribuyen a paliar el calentamiento global, además de aprovechar los recursos naturales locales de la zona en la que se van a usar.
Tradicionalmente, la humanidad, desde la revolución industrial, durante el siglo XIX, ha utilizado mayoritariamente como fuentes primordiales de energía los combustibles fósiles, como el carbón o los derivados del petróleo. Más adelante, durante el siglo XX, tras la segunda guerra mundial comienza a usarse la energía nuclear. Estos tipos de energía se denominan no renovables, debido a que están usando unos productos cuya cantidad es limitada y, además, producen contaminación en el medio ambiente, sea producida por el dióxido de carbono que emite la combustión de los combustibles fósiles, o por los residuos radiactivos que resultan de las reacciones de fisión en los reactores nucleares, cuya actividad radiactiva perdura durante muchos años, todo ello sin contar posibles accidentes como los de Chernobil o Fukushima. De cualquier modo, el ser humano ha utilizado desde la antigüedad las fuentes de energía renovables de un modo natural. Así la energía hidráulica de los saltos de agua se usó en los molinos y posteriormente para generar energía eléctrica; la energía eólica del movimiento del viento se usó también en molinos y para la navegación a vela.
La energía hidráulica proviene de la energía potencial gravitatoria del agua que, al descender, se convierte en energía cinética de movimiento; ésta hace girar una turbina convirtiendo la energía cinética en energía eléctrica; es la forma clásica de generación de electricidad mediante un salto de agua. Si en lugar de transmitir la energía cinética a una turbina, se comunica ésta a un sistema mecánico, como en un molino, se puede obtener energía mecánica útil para la tradicional molienda del grano o prensado de la oliva, por ejemplo. Se pueden poner dos pegas al uso de energía hidroeléctrica: la primera, el montaje de las infraestructuras necesarias para su producción, y la segunda, su fuerte dependencia de la pluviosidad.
La energía solar es energía lumínica que procede del Sol y puede aprovecharse mediante el uso de paneles solares para la producción de calor en forma de agua caliente o calefacción para hogares o usos agrícolas, y también para la producción de energía eléctrica para el propio hogar o para la red eléctrica. Permite generar la energía en el lugar donde va a utilizarse y las placas son fácilmente integrables en el entorno. Sin embargo, depende de la climatología y su aprovechamiento puede estar restringido a zonas con abundante exposición solar. Por otra parte, la eficiencia energética de las placas comerciales actuales es relativamente baja y su peso todavía elevado, aunque en ambos aspectos se está trabajando para su mejora.
La energía eólica procede de la energía cinética del viento, esto es de las corrientes de aire que se mueven. La energía que suministra el viento a las aspas o hélices de los molinos aerogeneradores, de unos 20 metros de longitud, se transforma en energía eléctrica al girar el eje del molino en un alternador. Normalmente los aerogeneradores se instalan en grupos y están interconectados entre sí. Al conjunto se le denomina parque eólico. La altura de los molinos hace que sean visibles desde grandes distancias, provocando un efecto estético negativo. Otro problema es la dependencia del viento, porque no puede suministrar una energía constante con el tiempo, pasando de picos de gran producción los días de mucho viento a producción nula los días de viento en calma. Se han citado también como efectos negativos el perjuicio sobre las aves y el ruido de las aspas al girar.
Otro tipo de energía renovable es la que procede de la biomasa. Los vegetales, mediante la fotosíntesis captan energía solar y dióxido de carbono atmosférico para generar y almacenar materia orgánica. En un plazo de tiempo relativamente corto, bien al morir el vegetal o bien al desprenderse de alguna de sus partes (por ejemplo las hojas en otoño), se produce la descomposición natural de dicha materia orgánica para volver a dar dióxido de carbono y liberando la energía captada en la fotosíntesis, que no se aprovecha. Si en lugar de dejar que esta biomasa se degrade en la naturaleza, se realiza su combustión controlada, la energía térmica liberada en dicha reacción puede ser útil para calefacción o bien para producir energía eléctrica en un alternador. En la combustión se produce dióxido de carbono, pero este proceso global no aumenta la cantidad total de dióxido de carbono en la atmósfera, puesto que se libera el que poco tiempo antes se había captado, y que, de cualquier modo, iba a liberarse por la descomposición natural de la materia orgánica.
La energía marina procede del movimiento del agua de los mares y océanos creando corrientes. Esta energía cinética puede aprovecharse para generar energía eléctrica mediante un alternador, siendo el método similar al de aprovechamiento de las corrientes de aire en los molinos. Los movimientos del agua marina pueden producirse por las olas, las mareas, corrientes o por diferencia de temperaturas entre la superficie marina y las aguas profundas.
La generación de energía por parte de la humanidad, al ser la población cada vez mayor y también mayor el promedio de energía per cápita en las sociedades avanzadas, ha hecho que se incremente de forma desproporcionada la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, como consecuencia de la combustión de los combustibles fósiles. Ello ha provocado un incremento del efecto invernadero de la atmósfera, con el consiguiente aumento de la temperatura del planeta. La búsqueda, por tanto, de fuentes de energía alternativas a la combustión de carbón o derivados del petróleo, es un desafío urgente para la humanidad. Si descartamos como alternativa la energía nuclear de fisión, por sus conocidos peligros y asumimos que la energía nuclear de fusión, limpia, barata y eficaz, no estará disponible probablemente ni a medio plazo, parece sensato potenciar las energías renovables para evitar profundos desequilibrios físico-químicos, que, en un futuro no tan lejano, pueden alterar de forma significativa las condiciones de la vida sobre la Tierra.
Revista digital “Energética XXI” http://www.energetica21.com/
Cambio climático y energías renovables. José Francisco Alenza García. Civitas Ediciones 2007.
Energías renovables. Mario Ortega Rodríguez. Thomson Paraninfo 2001.